El 19 de abril de 1965 en un artículo para la revista Electronics, Gordon Moore, cofundador de Intel, observó una tendencia fascinante en la industria de los semiconductores. Predijo que el número de transistores en un circuito integrado se duplicaría aproximadamente cada año (posteriormente revisado a cada dos años). Esta simple pero poderosa predicción se conoció como la Ley de Moore.
Aunque no es una ley física en el sentido tradicional, la Ley de Moore se convirtió en una profecía autocumplida. Impulsó una competencia feroz y una innovación constante en la fabricación de microprocesadores. Durante décadas, la industria tecnológica se esforzó por cumplir con esta predicción, lo que resultó en un crecimiento exponencial en la potencia de procesamiento, la reducción del tamaño de los dispositivos y la disminución de los costos.
Piensen en la evolución de las computadoras, los teléfonos móviles y la infinidad de dispositivos electrónicos que utilizamos hoy en día. Gran parte de este progreso asombroso se puede atribuir, directa o indirectamente, a la visión plasmada en la Ley de Moore. Si bien su ritmo de duplicación se ha ralentizado en los últimos años debido a limitaciones físicas, su impacto perdura, moldeando el mundo digital en el que vivimos.