El 13 de junio de 1934, en la bulliciosa ciudad de Nueva York, nació Leonard Kleinrock. Nadie podría haber imaginado entonces que ese pequeño bebé, con el tiempo, se convertiría en una de las mentes brillantes que gestaría el ADN de lo que hoy conocemos como internet. Su camino no fue una coincidencia, sino el resultado de una curiosidad innata y una pasión inquebrantable por entender cómo las cosas se conectaban y se movían.
Desde sus primeros días como estudiante de posgrado en el MIT, a principios de los años 60, Kleinrock se sumergió en algo que, para muchos, sonaba a ciencia ficción: la teoría de colas. Imagina un sistema de comunicación como una fila de espera, donde los «paquetes» de información aguardan su turno para ser enviados. Kleinrock desarrolló las matemáticas para que esa fila funcionara de la manera más eficiente posible. Pero no se detuvo ahí. Su mente inquieta lo llevó a proponer la conmutación de paquetes, una idea revolucionaria: dividir la información en pequeños trozos y enviarlos por diferentes caminos, para que la red no se colapsara y fuera más resistente. Esta idea, que hoy damos por sentada, fue la chispa que encendió la mecha de ARPANET, el abuelo de internet.
Gracias a su visión y dedicación, hoy podemos estar conectados, trabajar, aprender y compartir información sin fronteras.